¿Cuándo fue la última cena de Jesús?


"La Ultima Cena de Jesus" por Giotto di Bondone

Se ha generado una polémica y numerosas preguntas en torno a la fecha de la última cena de Jesús con sus discípulos. El asunto es que si bien la tradición cristiana la celebra el Jueves Santo, la realidad es que los evangelistas no parecen tampoco contar la misma historia.

Entre Juan y los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) existe una discordancia en la fecha. Al respecto haré referencia al trabajo de Ariel  Álvarez Valdés, quien lo explica claramente. Una característica de la cultura judía es que mientras para nosotros, el día comienza a la medianoche, es decir, a la hora cero, para los judíos el día comienza la tarde anterior, alrededor de las 5. Según el Evangelio de Juan, el año en que murió Jesús la Pascua cayó en sábado (Jn 19,31). Pero como Jesús iba a estar muerto ese viernes a las 3 de la tarde, y no llegaría a cenar con sus discípulos, la adelantó para el jueves. Por eso san Juan dice que Jesús celebró la última cena “antes de la fiesta de la Pascua” (Jn 13,1), es decir, el jueves por la noche. Los otros tres evangelistas sostienen que Jesús no adelantó la cena, sino que cenó el mismo día de Pascua. ¿Cuál de las dos versiones sería la verdadera?

El autor explica que en tiempos de Jesús, se encontraban en vigencia dos calendarios distintos, uno solar y uno lunar. El primero se basaba en el curso del sol y estaba dividido en 12 meses, 8 de 30 días y 4 de 31, con un total de 364 días. Como tenía 52 semanas justas todos los años eran iguales. Comenzaba siempre un miércoles y todas las fiestas importantes también. El calendario lunar comenzó a estar vigente alrededor del siglo II a.C. por influencia de la cultura griega. Se manejaba con las fases de la luna, con lo cual las fiestas ya no caían siempre el mismo día. Estratos más populares o conservadores mantuvieron, sin embargo, el calendario solar, especialmente en la liturgia. La conclusión es que las dos versiones pueden ser ciertas si consideramos que se hayan guiado por calendarios diferentes.

Pero surge la pregunta: ¿es tan importante saber el día exacto de la semana en que Jesús celebró la última cena con sus amigos? ¿Qué es lo verdaderamente importante de este acontecimiento: si fue martes o jueves, o la institución de la Eucaristía y al mandato de amarnos los unos a los otros como Él nos ama? Mi pretensión no es desprestigiar los esfuerzos de historiadores y teólogos, los cuales considero totalmente valiosos e interesantes.

Más allá de la investigación, para los creyentes la ocasión de la Pascua es el momento más importante del año, es cuando revivimos y actualizamos todo el misterio cristiano. Sin embargo, es curiosa la capacidad que tenemos de preocuparnos más de datos sobre una fecha o lugar. Si la Iglesia, Lucas o Juan se equivocaron en el día exacto. En la última cena, Jesús nos dejó una crucial enseñanza en cada gesto y palabra. Un ejemplo de humildad y servicio al lavar los pies de sus amigos (Jn 13,1-20). Nos dejó el sacramento de pan y vino convertidos en su cuerpo y su sangre. Se entregó y se entrega cada vez, Él mismo, convirtiéndose en el pan de vida. Significa que toda su vida y su enseñanza nos llaman a una vida nueva en la Verdad, el Bien, la Justicia y el Amor. Nos dejó lo fundamental para nuestra vida, aquello que da sentido a la existencia humana. Es en este contexto en donde se sitúa al mandamiento nuevo, el Mandamiento Principal. La ley que supera toda ley y debería ser la señal distintiva del cristiano: “Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros. Que como yo los amé, así se amen también ustedes. En esto conocerán todos que son discípulos míos: si se tienen amor los unos a los otros” (Jn 13,34-35). Lo importante de esta fecha es hacer presente el hecho entre nosotros nuevamente. Recordar, que significa pasar otra vez por el corazón, vivir con Jesús cada momento para nacer junto con Él, en la pascua, a la vida nueva. Cristo está sufriendo también hoy a nuestro lado, en cada persona que carga una cruz. Hoy también hay Judas que los abandonan, Pilatos que miran hacia otro lado, Pedros y discípulos temerosos. He aquí donde debe estar todo nuestro interés y preocupación: en no ser ninguno de ellos, o mejor, en aprender de ellos y seguir el ejemplo de quienes permanecieron al lado de Jesús, ayudándolo a cargar la cruz, acompañándolo.

Re-enfoquemos nuestra mirada a lo esencial, hacia aquello que nos da la verdadera vida, y no sólo a nosotros sino también a nuestro prójimo y junto a él. Es fácil mirar para otro lado, buscar errores en las doctrinas o tradiciones, desinteresarnos con mil excusas y vivir este momento del año como unas simples vacaciones. Pero vale la pena esforzarnos por buscar y vivir en lo que nos da vida plena, porque todo hombre necesita el “agua viva” que es Cristo. Porque el amor de Dios triunfa sobre el egoísmo humano, y lo hace desde abajo, desde los hombres. Nosotros somos responsables de llevar el amor de Dios a los crucificados de hoy, siguiendo a Jesús, que con su resurrección restauró la fraternidad entre los hombres. Vivamos la Semana Santa en una memoria viva, acercándonos unos a otros, y Cristo no dejará de estar presente.

 


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