Los sistemas de Kant y Hegel


conocimiento

Tanto Kant como Hegel  son dos pensadores que han dejado una impronta de enorme importancia para la filosofía, y ejercido una gran influencia en pensadores contemporáneos como sucesivos a ellos. Aún cuando no se acepte todas las afirmaciones, tanto de Kant como de Hegel, se debe admitir que en la actualidad es casi imposible filosofar sin tener en cuenta sus ideas y conclusiones[1].

Kant propuso el idealismo trascendental como una filosofía crítica mediadora entre el dogmatismo propio del racionalismo y el escepticismo generado por el empirismo sensualista. Con su teoría puso en crisis todo el pensamiento filosófico, generando una revolución muchas veces comparada (inclusive por el mismo Kant) con la revolución provocada por la teoría copernicana. Con su teoría se propuso descubrir las condiciones necesarias para el conocimiento, y a partir de allí, la validez o no de la especulación metafísica. Posterior a su muerte, su filosofía tuvo tanto reacciones opuestas como fervientes seguidores, hasta la aparición (con ciertos matices nuevos), más adelante, de la escuela neo-kantiana.

Hegel, como representante principal del idealismo absoluto, se destaca entre sus contemporáneos, tanto por lo rebuscado y complicado de su obra, como por su brillantez. Al identificar el pensamiento y la realidad, el idealismo hegeliano, parecía satisfacer en alto grado la necesidad de lograr la unidad propia de toda sistematización científica, y sobre todo filosófica, por lo que, ciertamente cautivó a su favor muchos espíritus.[2]

Éste no pretende ser un análisis exhaustivo, ni mucho menos, de sus doctrinas filosóficas, sino más bien una breve presentación de ambos y sus conexiones y divergencias más significativas, principalmente en el ámbito de la metafísica.

Es de gran importancia el reconocer y tener en cuenta, al estudiar el pensamiento filosófico actual, la relevancia profundísima que estas dos personas han tenido en la historia y en el desarrollo del pensamiento contemporáneo.

 

Immanuel Kant

Nació en 1724 y falleció en 1804, en  Königsberg, lugar perdido cerca de los límites mismos de la Europa culta de entonces,  pueblo provinciano de Prusia Oriental en el que vivió los ochenta años de su vida. Sus padres eran gente económicamente sencilla y miembros de una secta conocida como pietista, de moral rigurosa. Recibió una educación moral muy severa, lo que explica parcialmente sus mismas doctrinas filosóficas, en las cuales el conocimiento moral ocupa un lugar preponderante.

“Toda su vida fue dedicada al estudio, primero como alumno de teología (protestante), filosofía y ciencias naturales en su ciudad natal, luego como docente libre (doctor legens) y, finalmente, como profesor de lógica y metafísica en la misma universidad.”[3]

Su padre era un hombre humilde, talabartero, y su abuelo, del mismo oficio que su padre, era también un modesto trabajador[4]. Kant se educó en esta familia extraordinariamente religiosa, en medio de grandes penurias. Apenas terminó sus estudios secundarios entró en la universidad, y para subsistir brindaba clases particulares.

Se educó en el Colegium Fredericianum local en donde su director era pietista también, por lo que su entera educación se dio en el marco de este pensamiento. En este rincón de Europa disponía Kant de los grandes pensamientos de la época, los cuales dominaban en Londres, Paris, Liepzig, Viena.

En la universidad estudió los clásicos, física y filosofía. En aquel entonces las universidades estaban dominadas por el filósofo Christian von Wolf (1679-1754), que sin ser un gran pensador, desarrolló su filosofía según las líneas del racionalismo y la metafísica de Leibniz. Bajo este enfoque se encontraba el profesor de filosofía de Kant, Martin Knutzen, por lo que naturalmente en la formación de Kant prevaleció la importancia del poder de la razón humana para moverse dentro de la metafísica. También en este periodo se despierta su interés por la física newtoniana, lo que tendría más adelante, gran influencia en la filosofía crítica de Kant[5].

Al terminar sus estudios universitarios, trabajó ocho años como preceptor privado de los hijos de familias acomodadas. Mas tarde abandonará su trabajo como preceptor para dedicarse a la docencia en la universidad, pero no fue nombrado profesor ordinario hasta muy tarde, cuando tenía ya cuarenta y seis años.

Vivía en Königsberg, tranquilamente, una vida de solterón meticuloso, muy exacto. Era el colmo de la puntualidad, metódico, tanto fuera como dentro de su casa, en su dormir, su trabajar, sus ejercicios como en su comida. A fuerza de esta meticulosidad logró vivir hasta los ochenta años, a pesar de su precaria salud[6].

Hasta muy entrado en años no llegó a percibir o intuir claramente su sistema filosófico. Su libro más importante, la Crítica de la razón pura, la escribió cuando ya tenía cincuenta y siete años. Hasta ese momento había sido profesor de filosofía en la universidad. A pesar de ser considerado un excelente profesor, su enseñanza no se destacaba en nada de la enseñanza corriente de aquellos tiempos. Se limitaba a leer y comentar en clase la metafísica de Baumgarten, la ética del mismo y la lógica de Meier. Además de lógica y metafísica, enseñaba matemáticas y geografía física.

Su sistema filosófico está expuesto, principalmente en su Crítica de la razón pura, y luego a partir de ella, en otros libros como la Crítica de la razón práctica, Crítica del juicio, la Religión dentro de los límites de la razón, y otras obras que rápidamente fue publicando hasta el final de sus días[7].

Podría decirse que en su aspecto filosófico, su vida comprende dos períodos: hasta 1770, aproximadamente, siguió el sistema racionalista de Leibniz y wolf, el cual regía entonces en toda Alemania (en esta época admitía la demostración de la existencia de Dios con los argumentos cosmológico y teleológico), pero luego de leer a Hume le sacudió todo dogmatismo, como él mismo llegó a decir, y es entonces cuando comienza su filosofía crítica[8]. A causa de esto se lo suele describir como “mediador crítico entre el dogmatismo y el escepticismo”[9].

 

Georg Wilhelm Friedrich Hegel

Fue el más alto exponente de la filosofía idealista alemana. Entre 1790 y 1800 estudió teología en la universidad de Tubingen, donde conoció a Schelling. Luego fue preceptor en Berna y Frankfurt. En este período escribió los llamados escritos teológicos. Entre 1801 y 1806 fue profesor de filosofía en la universidad de Jena y comenzó una serie de controversias críticas con las obras de Kant, Schelling y Fichte. Escribió Relación del escepticismo con la filosofía y Fe y saber. En 1806 y 1807, coincidiendo con la entrada de las tropas napoleónicas en Jena, publicó Fenomenología del espíritu. Entre 1807 y 1831 elaboró el resto de su obra: Propedéutica filosófica, Ciencia de la lógica, Enciclopedia de las ciencias filosóficas, Filosofía del derecho y las célebres Lecciones de clase integradas por: Filosofía de la historia, Historia de la Filosofía y Estética y filosofía de la religión[10].

Nació en Stuttgart en 1770 y falleció en Berlín en 1831 a los sesenta y un años de edad. Siendo muy joven recibió el profundo impacto de los autores griegos. Luego de ser un alumno relativamente mediocre en Stuttgart, ingresó en la facultad de teología de Tubinga a los dieciocho años de edad, donde entabló amistad con Hölderin y Schelling, y se fue interesando por las relaciones entre la filosofía y la teología. Recién después de abandonar la universidad comenzó a interesarse por la filosofía específicamente. En esta época los voceros más importantes del idealismo alemán eran Fichte y Schelling. Cuando Hegel fue nombrado profesor de la universidad de Jena, en 1801, publica su obra: Diferencia entre los sistemas filosóficos de Fichte y Schelling. Aunque en esta época muestra mayor simpatía por Schelling, no pasa mucho tiempo sin que salga a la luz su enfoque independiente y original en la obra: Fenomenología del espíritu, en 1807.

En 1811 se casa, y luego, a causa del cierre de la universidad, trabaja como director de una escuela secundaria de Nuremberg hasta 1816. En este año pasa a formar parte del cuerpo docente de la universidad de  Heidelberg. Dos años más tarde es nombrado para el cargo de profesor de filosofía en la universidad de Berlín, y allí permaneció hasta su muerte en 1831[11].

En los últimos trece años hasta su muerte, a pesar de no gozar de gran brillo oratorio, y sus escritos fueran algo oscuros y complicados, tuvo una fama sin rival y plantó su filosofía para toda una generación.[12]

 

La filosofía kantiana

A la filosofía de Kant podríamos darle el nombre de idealismo trascendental. Toda la filosofía kantiana arranca, al igual que la de Descartes y la de Leibniz, en una previa teoría del conocimiento. Pero cuando Kant habla del conocimiento, se refiere al conocimiento científico-matemático de la naturaleza, tal como Newton lo había establecido. Esta ciencia físico-matemática de la naturaleza, se compone de juicios, los que no son vivencias psicológicas (no son algo que nos acontece a nosotros), no son hechos de la conciencia objetiva, sino que son enunciaciones objetivos acerca de algo, son afirmaciones acerca de objetos. A estos juicios él los divide en dos clases básicamente: los que llama analíticos y los que llama sintéticos. Los primeros son aquellos en los cuales el predicado del juicio está contenido en el concepto del sujeto. Los segundos son aquellos en los que el concepto del predicado no está contenido en el concepto del sujeto.

Ahora bien, no es posible que la ciencia esté formada por ninguno de estos dos tipos de juicios, ya que los analíticos no aumentan en nada nuestro saber por lo que no permiten el necesario progreso del conocimiento científico, y los sintéticos que son particulares o contingentes no son útiles a la ciencia que necesita juicios universales y necesarios. Es indispensable que esa ciencia de Newton tenga un tipo de juicio que le sea propio. Por lo tanto, los juicios de la ciencia, que deben ser universales y necesarios, serán a priori, como los analíticos, pero serán sintéticos, ya que aumentan realmente nuestro conocimiento sobre las cosas. Los juicios de la ciencia son entonces necesariamente sintéticos y a priori[13].

A causa del dogmatismo del racionalismo y del escepticismo del empirismo, a Kant le quedó una gran admiración por la ciencia, pero grandes dudas sobre la filosofía. La ciencia misma le planteaba dos cuestiones fundamentales:

 

  1. 1. si aplicaba el método científico al estudio de toda la realidad, los valores morales, incluida la libertad y Dios, quedaban encerrados dentro del sistema mecanicista,
  2. al mismo tiempo debía justificar o explicar el conocimiento científico.

 

La filosofía crítica de Kant consiste en un análisis de las potencialidades de la razón humana. Desde su punto de vista critico, considera infundada la pretensión de los metafísicos de construir sistemas de conocimiento, antes de averiguar si tal pretensión es posible. La filosofía critica de Kant, en realidad no es la negación de la metafísica, sino, una preparación para ella[14].

Mientras para Hume la mente es pasiva y se limita a recibir sus informaciones de los objetos, lo cual significa que sólo obtiene información sobre ese objeto particular; para Kant, son los objetos  los que se adaptan al funcionamiento de la mente, y no viceversa. La revolución copernicana de Kant consiste en que afirma que la mente agrega algo a los objetos de su experiencia[15]. “Junto con Hume, está de acuerdo en que nuestro conocimiento se inicia con la experiencia pero, a diferencia de él, ve la mente como un agente activo que hace algo con los objetos de su experiencia.”[16]

Según Kant nuestro conocimiento es limitado en dos sentidos: por el hecho de que se limita únicamente al mundo de la experiencia, y por la forma en que nuestras facultades organizan lo brindado por la experiencia. Por esto mismo el concepto de cosa en sí misma, no aumenta nuestro conocimiento, sino que por el contrario, nos recuerda sus limitaciones[17].

Existen tres ideas reguladoras sobre las que solemos pensar, y que no podemos ignorar, que nos conducen más allá de los sentidos, y éstas son: el yo propio, el cosmos y Dios. Son trascendentes porque no corresponden a ningún objeto, no se refieren a realidad objetiva alguna, sino que debemos considerarlas como producto de nuestra razón pura. Por esto no podemos imponerles las formas de la intuición de espacio y tiempo, ni las categorías del pensamiento, como por ejemplo: causa y efecto. La metafísica será para Kant, el resultado de la necesidad de una síntesis de los hechos de la experiencia. Se puede tener un conocimiento científico de los fenómenos, pero no podemos alcanzar un conocimiento científico del  campo nouménico[18] o de la experiencia trascendente[19].

Mientras que el ser fenoménico del hombre está sujeto a la necesidad natural, su ser nouménico tiene libertad. Así, limitando el alcance de la razón teórica, abre el camino a la utilización positiva de la razón práctica. La moralidad llega a ser posible en Kant, porque en su sistema, aunque no podemos conocer las cosas como son en sí mismas, podemos pensarlas como cosas en sí mismas.

Las bases del conocimiento moral son conceptos a priori de la razón práctica. Esta agrega a cualquier situación moral el concepto de deber. La moral es un aspecto de la racionalidad y se vincula con las leyes de la conducta que consideramos universales y necesarias. En ella encontramos un papel dominante de la voluntad, la cual es buena en sí misma. El acto verdaderamente moral es aquel que se realiza sin otro motivo que la ley moral, por lo tanto el valor moral reside en la voluntad, y la buena voluntad es la que actúa por el sentido del deber. El verdadero imperativo moral es categórico y aplicable a todos los hombres, por lo tanto, objetivamente necesario. Para esto es fundamental la autonomía de la voluntad, que significa la limpieza absoluta de toda motivación externa o interés egoísta.

 

Significatividad de Hegel

La importancia histórica de Hegel, se deduce del hecho de que logró con extraordinaria minuciosidad, lo que Kant consideraba impensable poco tiempo antes. Kant sostenía la imposibilidad de la metafísica de ser considerada como ciencia, ya que planteaba que no se puede alcanzar conocimiento teórico de la realidad entera por la mente humana. En cambio, Hegel se plantó en la proposición de que “lo que es racional es real, y lo que es real es racional”. Desde allí formuló que todo lo que es, es cognoscible. En el fondo de estas proposiciones figura una elaborada metafísica como nuevo fundamento para el pensamiento sobre la realidad. “Es posible medir la fuerza del pensamiento de Hegel por el hecho de que la mayor parte de la filosofía del siglo XX representa revisiones o rechazos de su idealismo absoluto.”[20] En un sentido sigue la tendencia idealista de Fichte y Schelling, tratando de reducir a una unidad el dualismo de Kant: pensamiento y cosa en sí. Pero lo hace ofreciendo una solución distinta[21].

Se impone en su filosofía un sentido absolutamente racional, porque para Hegel lo absoluto (que es siempre el punto de partida), es la razón. Lo que existe es la razón, lo demás son fenómenos de la razón, sus manifestaciones. Pero Hegel concibe la razón como una potencia dinámica, llena de posibilidades que se van desenvolviendo en el tiempo. Es concebida, no tanto como razón, sino más bien como razonamiento. Lo racional es real y lo real es racional; porque no hay posición real que no tenga su justificación racional. “Mediante el estudio de la lógica, o sea de los trámites que la razón requiere al desenvolverse, al explicitarse ella misma, la razón va realizando sus razones, va realizando sus tesis, luego las antítesis, luego otra tesis superior; y así la razón misma va creando su propio fenómeno, va manifestándose en las formas materiales […]”[22].

 

La Dialéctica

El sistema hegeliano se divide en tres partes: la lógica, la filosofía de la naturaleza, y la filosofía del espíritu o mente, y en todas presenta los elementos de su dialéctica. Hegel contemplaba el mundo como un proceso orgánico, donde lo absoluto es un proceso dinámico, y del mismo modo que éste, el pensamiento humano es un proceso, un proceso dialéctico. Según él, podemos conocer la esencia de lo real avanzando paso a paso de acuerdo a la lógica, pero el pensamiento debe seguir la lógica interna de la realidad misma. En la lógica dialéctica el pensamiento se mueve, y como una fuerza positiva, actúa la contradicción que mueve el pensamiento humano. La mente se mueve con rigor, deduciendo un concepto de otro que descubre como categoría en la realidad.

La mente humana, abarcando constantemente extensiones cada vez más grandes de realidad, avanza de manera dialéctica, descubriendo la verdad de algo sólo después de haber captado su relación con el todo, con la Idea. Acumulando una tríada con otra, va ilustrando cómo el espíritu absoluto se va manifestando en las mentes de los individuos, en las instituciones sociales de la familia, la sociedad civil y el estado, y, finalmente, en el arte, la religión y la filosofía.[23]

El absoluto de Schelling, Hegel lo sustituye con la realidad fundamental, el espíritu o la idea, identificando lo real con lo racional. Una vez establecido esto la consecuencia es que el desarrollo de la realidad resulta un desarrollo dialéctico. La evolución de la idea acontece por tesis, antitesis y síntesis  (o sea: afirmación, negación y combinación de ambas en un concepto superior). Resulta de todo esto una combinación de los contrarios en el devenir perpetuo, porque éste es la síntesis del ser y del no ser[24].

Hegel concebía la realidad como un proceso interior del desarrollo dialéctico que circula por el mundo natural y por el mundo histórico. Tras varios siglos de olvido de la dialéctica, cuyos primeros tratadistas se encuentran en la Grecia clásica (Demócrito y Heráclito), Hegel la recuperó como procedimiento científico y método de trabajo. La dialéctica, como hemos mencionado, comprende tres fases: la tesis (la afirmación de algo), la antítesis (la negación de lo que se acaba de afirmar o tesis), y la síntesis (que resume verdades parciales de la tesis y la antítesis, contraponiéndolas y obteniendo la verdad total del proceso).

El protagonista de la dialéctica no es el hombre sino, lo que Hegel llama espíritu absoluto o idea. También llamó a la tesis, momento de lo inmediato; a la antítesis, momento de la alienación o perturbación; y a la síntesis, momento de la mediación dialéctica. En una de sus obras él mismo brinda su propia visión de la dialéctica:

 

  1. La tesis es la lógica, que estudia la idea inmediata tal como es en sí misma (espíritu subjetivo).
  2. La antítesis es la filosofía de la naturaleza, que estudia la idea alienada o perturbada, que saliéndose de su indeterminación, se convierte en naturaleza, la idea fuera de sí misma y convertida en el mundo (espíritu objetivo).
  3. La síntesis es la filosofía del espíritu, que estudia la idea después de su paso por la antítesis; es la idea hecha conciencia. Al replegarse en sí misma se torna conciente (espíritu absoluto).

 

En la obra de Hegel desaparece la oposición clásica de sujeto y objeto. No hay en ella lugar para el escepticismo. Nada está fuera del alcance del sujeto, todo en la realidad es absolutamente cognoscible, porque sujeto y objeto son manifestaciones de una misma idea absoluta. La realidad es unitaria. La realidad es devenir.

 

De Kant a Hegel

Poco después de la filosofía crítica de Kant, apareció el movimiento del idealismo alemán del siglo XIX, que fue formulado por Fichte, Schelling y Hegel.

Kant tuvo enorme influencia en los filósofos que le sucedieron en Alemania, luego también en otros países. Esto se debe sobre todo a la novedad y audacia de sus afirmaciones en el campo especulativo. Dejó a la filosofía moderna, el problema del nóumeno o de la cosa en sí, al cual había declarado incognoscible. Pero algunos de sus seguidores llegaron incluso a negar la existencia de la cosa en sí, fuera del sujeto que piensa. Es esta la corriente de un idealismo cada vez más pronunciado que fue desarrollándose a través de las filosofías de Fichte, Schelling y Hegel. Pero este idealismo extremo, provocó la aparición de una reacción que podría llamarse realista, pero no ya en el sentido del realismo ingenuo, anterior a Kant, sino que muestra el influjo de la crítica kantiana; la realidad no es tal cual se nos presenta en la percepción sensorial espontánea, pero existe y no es una simple creación del sujeto pensante.

Según Kant, detrás del mundo de la experiencia, de lo fenoménico, existe lo que él denomina mundo nouménico, que sería el mundo en sí, cuando el sujeto no le ha aplicado las categorías mentales. En consecuencia, jamás podremos tener la experiencia de ninguna cosa, sino que lo que tenemos es la apariencia de algo, o sea lo dado por la experiencia. Esta postura de Kant, significó una reacción contra las pretensiones de los racionalistas quienes sostenían que la razón humana podía conocer las realidades últimas. A través de su filosofía crítica, Kant plantea los límites de la razón humana, que implica que la mente humana esta impedida de conocer el mundo nouménico. Sin embargo, también afirma que aunque no podemos conocerlo, podemos pensar acerca de ese aspecto de los objetos que tiene las apariencias, “…si bien podemos decir que, detrás de la apariencia de la manzana roja está la cosa-en-sí, jamás podremos saber nada sobre esa cosa-en-sí misma. Y no podremos saber nada sobre la cosa-en-sí misma porque las categorías de la mente pueden aplicarse sólo al mundo fenoménico y no a la cosa-en-sí misma”[25].

Como para Kant la realidad última era la cosa en sí misma, cuando afirmaba que no podemos conocerla, afirmaba que no podemos conocer la realidad. Los idealistas (especialmente Fichte), reconocieron rápidamente la contradicción en el pensamiento kantiano. Cuando afirmamos que algo existe, ya estamos sabiendo algo de él. Kant cae en una contradicción al afirmar que la cosa en sí misma es la causa de nuestras sensaciones, ya que él mismo limita la categoría de causa a nuestros juicios sobre los objetos de nuestra experiencia sensorial. Lo mismo sucede cuando afirma que la cosa en sí misma existe, saliéndose de los límites que él mismo impone al conocimiento, porque la existencia es una categoría mental. “Con su doctrina de la cosa en sí misma, Kant demostraba haber conservado en su filosofía crítica exactamente lo que suponía haber eliminado”[26].

Con la crítica de los idealistas, el concepto de cosa en sí misma se desmoronó, y estos avanzaron en la tesis opuesta: todo lo que es, es cognoscible. Tomaron la teoría de Kant de que  la mente impone sus categorías a la experiencia transformándola en la teoría de que todo objeto, o sea, el universo entero es un producto de la mente. Fichte, Schelling y Hegel trabajaron para convertir la filosofía crítica de Kant en un idealismo metafísico. Los tres acordaban en que no puede haber una cosa en sí misma incognoscible.

La mente produce formas de conocimiento a través de las distintas categorías por las cuales el saber es posible. Kant sostuvo que estas formas reciben su material de lo dado por nuestra experiencia, de una cosa en sí misma externa. Pero los idealistas afirmaban que en el conocimiento, todo es producto de la mente, tanto las formas como el contenido. La conclusión de esta afirmación es que todo objeto de conocimiento, incluso las mismas cosas, es producto de la mente, lo que significa que “todo lo racional es real, y todo lo real es racional”. Nada es incognoscible.

Si todos los objetos de nuestro conocimiento son producto de la mente, pero no de nuestra mente, se llega a la conclusión de que el universo entero es producto de un sujeto absoluto, una mente absoluta[27].

Para Kant, las posibilidades del conocimiento, vienen dadas por las categorías mentales, y además representan el proceso mental de un individuo brindándole la explicación crítica de las formas y limites del conocimiento humano. Afirmaba que las categorías son conceptos en la mente humana que ésta aporta a la experiencia. Pero para Hegel éstas tienen una manera de ser independiente de cualquier mente individual y las considera tanto procesos mentales como realidades objetivas con ser independiente del sujeto pensante.

“La transformación de la filosofía crítica de Kant en idealismo metafísico consiste, con palabras de Hegel, en que las categorías, que para aquel filosofo eran simplemente conceptos mentales, para el idealismo tienen un status objetivo, es decir, poseen un modo de existencia independiente del pensamiento del individuo. Las categorías, sostiene Hegel, tienen su ser en la mente absoluta”[28].

Para Hegel el objeto del pensamiento consiste en el pensamiento mismo. Además afirma la existencia de una identidad entre el ser y el conocer. Los dos puntos principales del pensamiento hegeliano consisten en:

 

  1. que debemos rechazar la noción de una cosa en sí misma incognoscible.
  2. que la naturaleza de la realidad es el pensamiento, la racionalidad, y la realidad última es la idea absoluta.

 

Para él la realidad es pensamiento. La médula de toda su dialéctica es el movimiento triádico: de tesis a antitesis, y de allí a la síntesis, que se transforma en una nueva tesis para continuar el movimiento hasta finalizar en la idea absoluta[29]. Para Hegel la realidad fundamental es la Idea, que se transforma primero en materia, luego en espíritu y finalmente origina el pensamiento.

El idealismo, en sus diversos grados y formas, se ha ido desarrollando a partir de la síntesis kantiana a priori (conocimiento entendido como creación del objeto y no como representación del mismo). Esto no quiere decir que el subjetivismo de Kant no hubiese llegado a sostenerse sin llegar al idealismo. Sin embargo la conclusión a la que Kant llega constituye un dualismo insostenible que significa la separación completa de pensamiento y realidad. El idealismo, por su filiación kantiana, no podía  adaptarse a la solución que daba la antigua filosofía realista, que había resuelto la antinomia de pensamiento y realidad otorgando al pensamiento el poder de representarse la realidad como es en si misma, sino que la quiso resolver destruyendo uno de los términos, es decir suprimiendo la cosa en si e identificándola con el pensamiento mismo, según la filosofía de Hegel. La crítica de Kant ha preparado el camino del idealismo de Hegel. La afirmación de la identidad del ser y el conocer del idealismo de Hegel, le otorga esa atrevida franqueza y decisión de la cual carece el criticismo kantiano, justamente por el escepticismo que este mantenía frente al problema metafísico[30].

Los filósofos que siguieron a Kant abandonaron su punto de partida que eran el conocimiento y la moral, y tomaron como punto inicial lo “absoluto”. Y aunque se diferencian de Kant en este punto, también se le asemejan, ya que de él mismo lo han tomado. La transformación de la metafísica antigua en una metafísica del ideal que pretendía Kant, es la base sobre la cual ellos edifican sus sistemas.

Los tres filósofos (Fichte, Schelling y Hegel) parten de la existencia de lo absoluto; este ser absoluto es para los tres de índole espiritual[31]; pero se fenomenaliza, se expande en el tiempo y en el espacio (aunque tomado en su totalidad es eterno, fuera del tiempo y del espacio, constituye la esencia misma del ser). Estas formas manifestativas de su propia esencia fundamental constituyen lo que nosotros llamamos el mundo, la historia, los productos de la humanidad, el hombre mismo; y es común a estos tres filósofos sucesores de Kant el método filosófico. Los tres serán esencialmente sistemáticos y constructivos.

Todos estos caracteres comunes en ellos, derivan de la transformación que Kant hizo en el problema de la metafísica. Ésta, buscaba lo que es y existe en sí, pero para el pensamiento científico nada es ni existe en sí, porque todo es objeto de conocimiento de un sujeto pensante. Y aunque esto que buscaba la metafísica no es en sí, ni existe en sí (según este razonamiento), es sin embargo una idea reguladora para el conocimiento del hombre. Ésta representa lo contrario de los objetos del conocimiento concreto, que son relativos al sujeto, por lo tanto, representa lo absoluto. A partir de aquí arrancan los sucesores de Kant. De este absoluto es de lo que ellos parten, en lugar de que, como Kant, sea a lo que se llega[32].

 

Conclusión

Luego de ver el proceso del paso de un filósofo a otro, y la influencia e importancia que tuvo el pensamiento del primero sobre el segundo, podemos afirmar que Kant es el engendrador o provocador del surgimiento del idealismo alemán. El fue quien abrió el camino, con su filosofía crítica,  para posibilitar su nacimiento.

Su figura ha sido clave en la historia del pensamiento filosófico, al igual que la de Hegel lo ha sido para sus sucesores. Su enorme importancia se vislumbra al reconocer cómo han obligado a los posteriores pensadores a tomar alguna postura en relación a sus ideas. También han ejercido gran influjo en los mismos sucesos históricos, sobre todo de Europa, en los que a partir de sus sistemas se fueron ideando diversas formas de estado y de sociedad.

Podríamos suponer que las afirmaciones audaces de Hegel hubieran alejado de su pensamiento a sus seguidores, sin embargo ocurrió todo lo contrario. El impulso hacia el idealismo, que ya venía dado por Kant y Fichte y la grandeza del sistema hegeliano, que extendió con coherencia constante sus puntos de vista a todas las ramas del saber, fue lo que contribuyó a darle muchos seguidores, especialmente en Alemania[33].

La obra kantiana, además de provocar este idealismo extremo o absoluto, indirectamente produjo la reacción llamada realista, pero en el sentido de un realismo crítico, por la influencia de su criticismo.

La filosofía de Kant dio plena terminación al movimiento iniciado por la actitud idealista, sucediendo a la filosofía de Leibniz. Su hazaña fundamental fue terminar definitivamente con la idea del ser en sí. A partir de Kant, si se vuelve a hablar de ser en sí, será en un sentido totalmente diferente al que se venia dando hasta entonces. Lo que llamábamos ser, pasó a ser un ser-objeto. De este modo inauguró un nuevo período, que fue el del desenvolvimiento del idealismo trascendental.

Hegel, prototipo del intelectual puro, pensador racional y frío, impuso en su filosofía este sentido absolutamente racional. La razón, para él, es el germen de la realidad. Todo lo que es, ha sido y será, no es más que la fenomenalización o realización sucesiva y progresiva de gérmenes racionales, todos presentes en la razón absoluta[34].

Ambos, grandes exponentes del pensamiento filosófico, han marcado para siempre la historia y evolución de la filosofía, hasta el punto tal de imposibilitar una debida comprensión de la filosofía posterior a ellos, sin haber comprendido antes sus grandes sistemas de pensamiento.

 

 

BIBLIOGRAFÍA

  • STUMPF. De Sócrates a Sartre.[…] s/d
  • TREDICI Jacinto. Historia de la Filosofía. Ed. Difusión. Buenos Aires1967.
  • GARCÍA MORENTE M. Lecciones preliminares de filosofía. Editores Unidos. Mexico 1992.
  • ENCICLOPEDIA TEMÁTICA OCEANO. Ed. Océano, S.A. Barcelona 1992.

 


[1] Cfr. STUMPF. De Sócrates a Sartre. […] s/d. p 247.

[2] Cfr. TREDICI, Jacinto. Historia de la Filosofía. Ed. Difusión. Buenos Aires 1967. p 201.

[3] TREDICI, Jacinto. Historia de la Filosofía… p 177.

[4] Cfr. GARCÍA MORENTE, M. Lecciones preliminares de filosofía. Editores Unidos. Mexico 1992. p 183.

[5] Cfr. STUMPF. De Sócrates a Sartre. […] s/d. p 230.

[6] Cfr. GARCÍA MORENTE, M. Lecciones preliminares de filosofía… p 184.

[7] Cfr. Ibíd., p 185.

[8] Cfr. TREDICI Jacinto. Historia de la Filosofía… p 178.

[9] STUMPF. De Sócrates a Sartre. […] s/d. p 230.

[10] Cfr. ENCICLOPEDIA TEMÁTICA OCEANO. Ed. Océano, S.A. Barcelona 1992. p 481.

[11] Cfr. STUMPF. De Sócrates a Sartre. […] s/d. p 248-249.

[12] Cfr. TREDICI Jacinto. Historia de la Filosofía… p 191.

[13] Cfr. GARCÍA MORENTE, M. Lecciones preliminares de filosofía… p 185-191.

[14] Cfr. STUMPF. De Sócrates a Sartre. […] s/d. p 233.

[15] Revolución copernicana: mientras los filósofos anteriores (racionalistas y empiristas) habían puesto el acento en el objeto del conocimiento, Kant pondrá el acento en el sujeto que conoce. El sujeto no encuentra al objeto como algo dado sino que lo construye.

[16] STUMPF. De Sócrates a Sartre. […] s/d. p 236.

[17] Cfr. Ibíd., p 238.

[18] El noúmeno (del griego «νοούμενoν» «noúmenon»: «lo pensado» o «lo que se pretende decir»), en la filosofía de Immanuel Kant, es un término problemático que se introduce para referir a un objeto no fenoménico, es decir, que no pertenece a una intuición sensible, sino a una intuición intelectual o suprasensible. Por otra parte, el término también ha sido usado para hablar de la cosa-en-sí, es decir, la cosa en su existencia pura independientemente de cualquier representación. Las cosas en sí mismas, fuera de su relación con nuestro modo de intuírlas o percibirlas; no son objeto de nuestros sentidos, ni por lo tanto de nuestro conocimiento. Para Kant no cabe un conocimiento de la realidad nouménica pero es posible acceder a dicha realidad mediante la experiencia moral; por ejemplo, aunque sólo podemos conocernos a nosotros mismos como seres sometidos a la causalidad dominante en el ámbito de los fenómenos –es decir como no libres–, tenemos que pensarnos también como libres si queremos aceptar la posibilidad de una conducta sometida a imperativos categóricos, –es decir una conducta moral–.

[19] Cfr. STUMPF. De Sócrates a Sartre. […] s/d. p 240.

[20] Ibíd., p 248.

[21] Cfr. TREDICI Jacinto. Historia de la Filosofía… p 191.

[22] GARCÍA MORENTE, M. Lecciones preliminares de filosofía… p 247.

[23] Cfr. STUMPF. De Sócrates a Sartre. […] s/d. p 252-256.

[24] Es por esto que a Hegel le resulta incompleta la forma en que Aristóteles enunció el principio de contradicción. Porque aunque el ser y el no ser son principios antitéticos cuando son considerados aisladamente, desaparece esta oposición cuando se los considera en sus relaciones mutuas. Estos se identifican en el devenir. Cfr. TREDICI Jacinto. Historia de la Filosofía… p192.

[25] STUMPF. De Sócrates a Sartre. […] s/d. p 249-250.

[26] Ibíd., p 250.

[27] Cfr. Ibíd., p 251.

[28] Ibíd., p 251.

[29]Cfr. Ibíd., p 252.

[30] Cfr. TREDICI Jacinto. Historia de la Filosofía… p 199-200.

[31] Los tres pensadores conciben este absoluto bajo una u otra especie, (ya sea pensamiento, o bien razón, o bien acción, o bien espíritu), pero siempre bajo una especie espiritual, nunca material. Cfr. GARCÍA MORENTE, M. Lecciones preliminares de filosofía… p258-259.

[32] Cfr. Ibíd., p 259-260.

[33] Cfr. TREDICI Jacinto. Historia de la Filosofía… p 193.

[34] Cfr. GARCÍA MORENTE, M. Lecciones preliminares de filosofía… p 263.

 

 


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