«Una espada atravesará tu alma» (Lc 2,35)

«Una espada atravesará tu alma» (Lc 2,35)

Sobre la presentación de Jesús en el templo (Lucas 2,21-40), podríamos decir que  “No hay otro episodio que describa mejor a María y José de Nazaret como padres activos comprometidos con la herencia de sus antepasados”[1]. Rodeada de toda la novedad que implica el nacimiento del Mesías, en compañía de su esposo, María cumple con la ley de su pueblo. Con la ofrenda de dos tórtolas, ratifican su pertenencia al grupo de los pobres de su pueblo. Sin embargo, en medio de su pobre sacrificio, son interrumpidos por dos ancianos, representantes de madurez y sabiduría, quienes proclamarán con alegría que este niño porta la salvación. Simeón, entona un cántico de agradecimiento al Señor por permitir que sus ojos vean la llegada de la redención de Israel. Pero es la actitud de Ana, la anciana, la que nos suscita interés: luego de la gran noticia, ella no se prepara para morir, como Simeón, sino que se pone a predicar la buena nueva a todo aquél que la esperaba. “Una vez más, contamos con una instantánea de María recibiendo ánimos para seguir con la tarea de su vida a través del ministerio de una mujer”[2].

Rembrandt. Presentación de Jesús en el templo.

Luego de esto llega el anuncio nefasto de Simeón, de que el niño será signo de contradicción y que una espada atravesará el alma de su madre[3]. Existen numerosas interpretaciones en relación a lo que significaría esa espada. Según Raymond Brown, Lucas significa con la espada el discernimiento espiritual que deberá afrontar María a lo largo de su vida. Escuchar la palabra de Dios y guardarla, no es tan fácil e instantáneo como suena. Es un trabajo arduo de interpretación y discernimiento constante. Continuamente María recibirá pruebas a su fe, que deberá afrontar como una espada que atraviese su alma. No se le ha ahorrado el esfuerzo de creer[4]. Ella se encontrará como cualquier persona, con dificultades a la hora de intentar entender las palabras y gestos de su hijo, la palabra de Dios[5]. “Ninguna vida profética estuvo exenta de lucha, de dolor y de contradicciones”[6].

Gebara y Bingemer nos hablan de cómo hoy en medio de nosotros se sigue realizando la profecía de Simeón, y cómo compartimos eso con María[7], luchando por el reino en las contradicciones que se nos presentan en este mundo. El corazón de los cristianos también es atravesado por una espada continuamente y se hace necesario el discernimiento. En María podemos encontrar el apoyo y las respuestas que muchas veces necesitamos en la vida diaria.

También podemos apreciar en esta escena la importancia de la vida matrimonial de María y José. Ambos llevan al niño a Jerusalén y ofrecen juntos el sacrificio, los dos se sorprenden y maravillan ante las declaraciones de los ancianos, y como pareja son bendecidos por Simeón. Los dos, unidos en matrimonio, se preparan para el cuidado de su niño. Aquí E. Johnson opta por destacar la importancia de devolverle a María su vida matrimonial. Si bien el matrimonio de María se supone fue negociado en un marco patriarcal y la estructura misma del texto es así, no debe ignorarse el estado de casada en el que ella vivió:

 

[…] dentro de una tradición eclesial que durante mucho tiempo ha ignorado el estado de casada de María para favorecer una imagen  idealizada de la madre virgen y que, todavía más, ha utilizado esa imagen para relegar a la mujer casada a una posición subordinada, resulta sin duda liberador devolver a María a su matrimonio, hacer que recupere su relación con el hombre con el que compartió la vida, para bien o para mal. Y saber que éste es bendecido[8].


[1] JOHNSON, Elizabeth A., Verdadera hermana nuestra. Teología de María en la comunión de los santos, Herder, Barcelona 2005, 323.

[2] Ibid., 324. La otra mujer a la que aquí hace alusión sería su prima Isabel en el relato de la visitación.

[3] Por alma se refiere aquí a toda su persona.

[4] Cfr., Bruno FORTE, María, la mujer icono del misterio. Ensayo de mariología simbólico-narrativa, Ediciones Sígueme, Salamanca 1993, 91.

[5] El de María es “un camino de fe no fácil, marcado por la confrontación con la palabra de Dios que resuena en él”. Ibid., 92.

[6] M. NAVARRO PUERTO, María, la mujer. Ensayo psicológico-bíblico, Publicaciones Claretianas, Madrid 1987, 108-109.

[7] Cfr., I. GEBARA – M. C. BINGEMER, María, mujer profética. Ensayo teológico a partir de la mujer y de América Latina, Ediciones Paulinas, Madrid 1988, 87.

[8] Elizabeth A. JOHNSON, Verdadera hermana nuestra… 326.

 


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