JOHNSON, Elizabeth, Verdadera hermana nuestra, Herder, Barcelona 2004.

JOHNSON, Elizabeth, Verdadera hermana nuestra, Herder, Barcelona 2004.

Elizabeth A. Johnson, religiosa católica de la Congregación de San José de Brentwood, doctora en teología, dedicada a la teología sistemática, es una de las teólogas feministas de Estados Unidos de la llamada generación intermedia e importante movilizadora y modelo de las teólogas latinoamericanas.

Su propuesta que busca, como ella misma explica, “trazar puentes” entre la teología tradicional y las experiencias y preocupaciones de nuestro tiempo, plantea un acercamiento a María como mujer concreta de su tiempo. Una mujer de nuestra historia, que haciendo su camino en el Espíritu, entró a formar parte de la comunión de los Santos como amiga de Dios y profetisa. Este trabajo que se halla en íntima conexión con una obra suya anterior sobre el símbolo de la comunión de los santos, está orientado a buscar nuevos caminos de relación con María para todo creyente, pero particularmente para las mujeres, mayormente perjudicadas por una presentación de María desfasada de la realidad vivida. 

La obra se estructura en cinco partes en las que se ocupa de presentar: las voces de mujeres contemporáneas que interpretan y resignifican a María, tanto desde la crítica como desde la imaginación y la creatividad (primera parte); dos posibles caminos que han sido tomados por una teología androcéntrica que la presentan como el ideal de mujer o como la cara maternal de Dios, ambos rechazados por la autora (segunda parte); un adentramiento en la propuesta central de la teóloga que busca reencontrar a Maria dentro de la comunión de los Santos y reconocerla como una mujer con su propia historia (tercera parte); el acercamiento a su contexto social, religioso, político y económico haciendo uso de una memoria crítica (cuarta parte); y finalmente, ampliando y profundizando su propuesta, el desarrollo final de “Maria en la comunión de los Santos”, releyendo los pasajes biblicos sobre María, acentuando su relación con el Espíritu, advirtiendo el posible sesgo machista de la Escritura y haciendo uso de la exégesis feminista a fin de reconstruir e imaginar creativamente lo que ella plantea como una “memoria peligrosa de Maria” en un sentido positivo.

En su preocupación por redescubrir a María como discípula y profetisa, compañera en la esperanza que suscita el Magníficat, en medio de la comunidad, trae nueva luz sobre la imagen y misión de las mujeres dentro de la Iglesia. Reconociendola también en compañía de otras mujeres en la Biblia, aparece, además de su preocupación desde la reflexión feminista, su interés eclesiológico de fondo -no sin rozar el riesgo de minimizar en exceso la diversidad y distinciones dentro de la comunidad y haciendo uso de una exposición un tanto prolongada de los textos biblicos- donde reconoce la importancia de una visión critica del lenguaje utilizado en cada ámbito de la teología por la capacidad de los discursos religiosos de moldear la realidad. 

A través de su interpretación del símbolo eclesiológico desde una óptica renovada, logra una aproximación a María en diálogo con la doctrina cristiana de los primeros siglos, uniendo y relacionando a los creyentes de todas la épocas con ella desde el principio de la comunión y reconociendo a María como la primera de las discípulas, miembro de la Iglesia y condiscípula con nosotros. De este modo busca recuperar a María para la comunidad cristiana y que se vuelva un símbolo realmente liberador para las mujeres creyentes. Ubicándola en la comunidad de los santos le permite una reflexión inclusiva e igualitaria de la comunidad eclesial. “María es amiga de Dios y profeta en la comunión de los santos” afirma siguiendo a Sab 7, 27. 

Ante los desafíos de superar una imagen de María como mujer ideal en el sentido patriarcal, replantear la mariología de privilegios, devolver las imágenes de Dios presentes en la tradición mariana a donde pertenecen y reconciliar la figura de María con las mujeres de hoy y siempre, esta obra que, según su autora, pretende ser una “propuesta modesta”,  ha demostrado su valor en la pronta y gran repercusión que ha tenido en teólogas de todo el mundo. El considerar a María como hermana bajo el programa de Johnson, nos obliga a reconsiderar nuestra relación con ella, personal y como Iglesia, también en la maternidad aunque en la obra en cuestión dicho paso no aparece. En este sentido el trabajo de Johnson ha adquirido una gran importancia no solo para la comprensión mariológica actual sino también para la eclesiología desde su comprensión de la comunión de los Santos y de las relaciones intraeclesiales. En nuestro continente, su perspectiva, en diálogo con otras teólogas y teólogos que han tratado el tema de María en los últimos años, puede ayudar a una renovación de las diversas vivencias de la maternidad de María que se han arraigado en América latina desde hace siglos.


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